Contra la obsolescencia programada desempolvar la caja de herramientas se convierte en una opción coherente y con múltiples beneficios; presento una nueva sección en el blog para dar salida a las cosas que voy arreglando en casa, por no tirarlas, dándoles una nueva oportunidad alargando algo más su vida útil.
Son objetos que por el uso cotidiano sufren un desgaste extraordinariamente rápido para el uso que le damos. Normalmente cuando hacemos una pequeña inversión en algún electrodoméstico, por poner un ejemplo, esperamos que tenga una duración razonable; no esperamos que nos dure toda la vida, pero tampoco que quede en desuso al haberlo utilizado muy pocas veces, que dure unas pocas semanas o meses porque alguna de las piezas ha sido diseñada para provocar un desgaste especialmente rápido en el conjunto o fabricada con calidades o materiales deficientes.
En algunos tuits he venido publicando a modo de divulgación alguna de estas reparaciones sencillas con los hashtag #ObsolescenciaProgramada #Alargascencia o #SeMerecenUn10:
- Un buen momento para alargar la vida de esta tumbona.
- Una nueva oportunidad a una lámpara de noche.
- Quién no ha perdido la punta de plástico de la sombrilla.
- Fabricación de una bolsa para el kit de reparación de la bici con una funda de gafas.
- Reparación del adaptador de un aparato dvd de coche.
- Improvisamos unos botones para el control de la tele.
- La varilla de un paraguas infantil.
- Recuperación y arreglo de un Gijoe del Pleistoceno.
Es lo que se llama obsolescencia programada, y son prácticas criticadas desde la OCU al ir en contra tanto del bolsillo de los consumidores como del medio ambiente al encontrarse en las antípodas de lo que debería ser la fabricación sostenible; la OCU pone a disposición de los usuarios un barómetro https://www.ocu.org/barometro-de-obsolescencia-prematura# para registrar los productos que nos fallan antes de lo esperado; esta iniciativa forma parte del proyecto europeo PROMPT https://prompt-project.eu/ que tiene como objetivo ayudar a extender la vida útil de los productos y contribuir en la transición hacia una economía circular.
«Contra la obsolescencia programada desempolvar la caja de herramientas se convierte en una opción coherente y con múltiples beneficios…»
Es ingente el ahorro que supondría a los consumidores, ahorro de materias primas y de emisiones a la atmósfera el no tener que mantener a todo trapo la cinta productiva del comprar, usar y tirar; no en vano, se busca el camino hacia una estrategia de Economía Circular por todos los beneficios implícitos, pero hasta que estas iniciativas lleguen a buen puerto, se legisle y consigamos que no queden en papel mojado no nos queda otra que echar mano de la caja de herramientas.

Siempre existe un servicio técnico al que podemos acudir dentro del periodo de garantía, pero el tiempo que nos exige redactar la reclamación, enviar el producto a su reparación y los largos tiempos de espera hasta que los recibimos de nuevo desaniman a cualquiera. Estos tiempos se alargan porque aunque existen oficinas de servicios técnicos oficiales, las reparaciones o piezas deben pedirse a la fábrica o servicios centrales. Una vez fuera del periodo de garantía, la reparación o sustitución de una pieza, más la mano de obra hace que el coste total supere en creces el precio de adquisición a nuevo.
En definitiva el propio sistema nos hace desestimar y ni siquiera plantearnos la opción de la reparación, aunque la opción exista en las páginas web de cada marca ofreciendo un excelente servicio de postventa o incluyendo con el producto un manual extravagántemente grueso redactado en 45 idiomas indicándonos lo que cubre y no cubre esa garantía.
«…en la medida en que divulguemos estas iniciativas, servirán para sacarle los colores a aquellos que lanzan su producto al mercado intencionada y negligentemente con el sello de fábrica Obsolescencia Programada»
En cualquier caso el producto en la mayoría de los casos quedará obsoleto bastante antes de que llegue el vencimiento de la garantía, especialmente en el caso de productos electrónicos y dispositivos digitales, con lo cual, primero, será difícil encontrar la pieza o elemento a reparar, y segundo no tendrá ningún sentido reparar algo cuya utilidad y por tanto objeto de uso queda en entredicho al asomarse al abismo de su propia obsolescencia.
Por otro lado, si existieran cerca de nosotros negocios con profesionales especializados en los diversos tipos de reparaciones, que nos aconsejaran y ofrecieran tiempos de respuesta y resultados satisfactorios a precios asequibles una vez se generalizara este tipo de servicio, no tendríamos que cambiar de zumero cada dos años, ni de batidora, ni de ordenador cada tres años, ni de televisor cada cinco años, ni de impresora, ni de montura de gafas, en fin de lo que ustedes quieran y que haya provocado que soltáramos la frase de si lo sé no lo compro.

Este modelo nos ha ido tornando cómodos y perezosos; gracias a un click tenemos en menos de 24 horas un sustituto perfecto y mejorado a la pérdida sufrida. En cambio, muchas reparaciones son asequibles con algo de imaginación, con herramientas básicas y con una inversión mínima de materiales como bridas, tornillos, remaches, cinta americana, alambre, alguna que otra soldadura en placas base o un cable suelto.
Alargar la vida de un producto ayuda por otro lado a que no acabe desechado de manera inadecuada tras su breve periodo de vida, además, “cacharrear” con algo para intentar arreglarlo nos hace ser conscientes de los diversos materiales que lo integran y nos anima a indagar y pensar dónde debemos depositarlos cuando ya no podamos hacer otra cosa.
Iré colgando algunos vídeos de algunas de estas reparaciones a las que me enfrento cada vez que saco algo de tiempo, en un intento de animar a otros a que hagan cosas parecidas, y en la medida en que divulguemos estas iniciativas servirán para sacarle los colores a aquellos que lanzan su producto al mercado intencionada y negligentemente con el sello de fábrica – quizás no visible, pero sí claramente indeleble en el diseño de cada una de sus piezas – “Obsolescencia programada”.
Por Javier de los Reyes